VALOR y MIEDO en Transmilenio


Cuando VALOR y MIEDO se encontraron en el Transmilenio, no pudieron reconocerse de inmediato. Cada uno miraba por su lado, y ambos coincidían en su ensimismamiento.

VALOR llevaba puesto un traje a la moda televisiva fanfarronesca, de vivos colores. MIEDO en cambio gozaba de un traje blanco, que hacía color con su mente siempre peripuesta a los acontecimientos hostiles.

Cinco minutos en el interior permitieron a cada uno desplegar su subjetividad. VALOR había logrado por cuenta propia atrapar valerosamente a un individuo que había teóricamente birlado un celular a una dama viajera. MIEDO, por su parte, yacía tembloroso colgando sudoroso de la mano justiciera de VALOR.

Al final, los dos polos de una misma enfermedad ciudadana, se reconocieron, se saludaron jubilosos, y corriendo de la mano presurosos, descendieron en la siguiente estación, concluyendo vivamente que las personas se toman las cosas muy en serio.

No quedó la misma sensación en el interior del Transmilenio.


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